La Maternidad como camino para recuperar el Contacto

Maternidad y Contacto

Por qué pensar en la importancia del Contacto para las Madres? Se ha hablado mucho ya, de la importancia que tiene el Contacto para los bebés. Pero como mamíferas que somos, también es importante para nosotras, en el momento en que nuestro bebé nace, todo nuestro ser está esperando acogerlo.

Pero, qué es el Contacto?

El contacto como función humana es básico desde el principio al fin de la vida. Somos mamíferos que necesitan del contacto para sobrevivir. Y por lo tanto, nacemos con esa condición. Una disposición innata al contacto.

Esto ya fue demostrado por Spitz, quien descubrió que los bebés dejados solos en las cunas de nurserys, sin contacto humano alguno, simplemente dejaban de alimentarse y morían.

(Yo me pregunto cómo llegamos a tener que ver eso para entenderlo, pero en fin…)

Pero, qué es el Contacto? Ya he escrito bastante sobe el tema desde la perspectiva reichiana. Podes leer  aquí y aquí.

Lo primero que pensamos al oír la palabra «contacto» es en la piel. Tocar y ser tocados. La piel es nuestro primer límite, lo que establece la separación entre yo y el mundo. Para el bebé, una vez que sale del útero de su madre, ser tocado y contenido se vuelve vital para su desarrollo.

Pero el concepto de Contacto, como función, va más allá. Y para entenderlo podemos jugar con otras acepciones de la palabra.

Contactar con otra persona, es entenderla, comprenderla. Compartir emociones.

Sabemos bien que el bebé al nacer, está totalmente indefenso y dependiente de los cuidados que le den. La Madre, como figura principal, usa su función de Contacto para entender lo que el bebé necesita, y dárselo. Se configura así un diálogo que no necesita de palabras. Es puro instinto, intuición.

Lo que dice la ciencia

Las neurociencias, en investigaciones actuales, han confirmado lo que ya sabíamos por observación clínica. El ciclo calma/relajación/contacto, favorecido por la oxitocina (la hormona del amor), es el que permite los mejores aprendizajes en este sentido. Por el contrario, el estrés, las situaciones angustiosas o atemorizantes, disparan el ciclo huida/ataque, generándose adrenalina. En esos casos, el organismo no está dispuesto a aprender nada, no se relaja, no se nutre, no respira profundo, sólo ahorra energía para poder sobrevivir. Atacar o huir.

En otras palabras: para que se dé ese contacto que la díada madre-bebé necesitan para entenderse, se deben garantizar las condiciones para que se active el ciclo de calma y contacto.

Esta dialéctica tensión/relajación se repite en casi todos los organismos, y específicamente en los mamíferos, con las mismas hormonas. En el equilibrio entre las dos tendencias se halla la salud de un individuo que reacciona adecuadamente a cada situación que se le presente.

Sin embargo, es bien sabido por todos que nuestra sociedad actual nos fuerza a vivir casi todo el tiempo en el ciclo del estrés. Lo cargamos en nuestros cuerpos cada día. Lo que se valora socialmente es la competencia, el éxito, el individualismo.

Este estrés se cronifica en nuestros cuerpos; el ciclo de calma y contacto casi nunca se activa. Por lo tanto, vamos perdiendo nuestra propia capacidad de contacto, con los demás, y con nosotros mismos. Porque para seguir en el modo de respuesta productiva, de estrés, hay que dejar de sentir, o sentir menos. Perdemos vitalidad.

Y ni que hablar, que cuando nos acercamos al hospital a parir a nuestros hijos, somos presionadas a que todo sea rápido, exitoso y sin cargas para el personal. Nos indican cómo ponernos, cómo pujar, cómo alimentar a nuestro bebé, cómo dormirlo…

W. Reich, ya estableció esto mismo en los años 30, sin las investigaciones neurocientíficas modernas. Las personas estamos “fuera de nosotras mismas”; tensas, nerviosas, siempre a punto de estallar.

Entonces, volviendo a nuestro tema.

Una mujer se convierte en madre. Un bebé nace. Ambos organismos están en el punto más alto de su salud; la potencia de esos dos cuerpos en total complementariedad es infinitamente bella. Vida viva en estado puro.

Pero, esa mamá, tiene dadas las condiciones para poder estar en contacto con su bebé? Y consigo misma?

La maternidad como momento vital, nos acerca a ese contacto perdido. Es una oportunidad única, e irrepetible con cada hijo; volver a la piel, a la relajación, a la entrega. A sentir. Al tiempo sin tiempo.

El contacto en la maternidad, entonces, puede ser la llave a recuperar un gran potencial de salud. Puede ayudarnos a reconectar con nosotras mismas.

Ya el embarazo nos preparó para todo esto, se sabe ahora que durante esos nueve meses las conexiones cerebrales se renuevan y multiplican. La naturaleza es sabia!

El contacto es también, como ya dije, lo que nos permite saber qué necesita nuestro bebé, y realizarlo. Nos hace sentir poderosas, diosas. También nos permite sentir qué necesitamos nosotras mismas, y si hay ambiente propicio, pedir ayuda para lograrlo. A veces, por primera vez en nuestra vida adulta.

Qué maravilla, verdad?

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