El viernes pasado les hablé de cómo muchas veces el tiempo consumido por nuestra vida laboral, puede ser recortado en beneficio de nuestros niños y nosotros mismos.
Hoy les voy a hablar de otro costado de la cuestión tiempoparamishijos: la calidad de ese tiempo compartido.
Qué es el tiempo de calidad?
He leído frecuentemente por ahí, que es mejor preocuparse por dar «tiempo de calidad» que preocuparse por la cantidad de tiempo que estamos junto a nuestra familia.
En mi opinión, esto sólo sirve de excusa para seguirle «robando» horas a nuestros hijos. A ellos no les importa si el rato que compartimos es sentados en casa, jugando en la plaza, o en un súper taller de expresión plástica. Nuestros hijos necesitan tiempo compartido. Mucho. Necesitan compartir nuestras vidas. Ser parte de ellas. Así que sí, es importante la calidad Y la cantidad.
Por ejemplo: hace unas semanas llevamos a Thiago a una placita con juegos. Eran cerca de las 5 de la tarde y había varios niños y niñas con sus papás o mamás, y había también una abuela.
La abuela jugaba con su nieta, la acompañaba en cada aventura en el tobogán o las hamacas.
Un papá estaba sentado en un banco, sin despegar sus ojos de su smartphone. Su hija en un momento se golpeó y él no la miró siquiera. Sin dejar de tocar el teléfono, la reprendió por ser tan atropellada.
Otra mamá estaba parada al lado del tobogán, y mientras ayudaba a su hijo a subir hablaba por el celular.
Los tres adultos estaban, en teoría, haciendo lo mismo: pasando tiempo con sus niños. Pero la calidad del tiempo compartido es muy diferente, no les parece?
Supongamos que al mismo tiempo, un papá estaba en su casa, preparando la cena junto a su hijo, en colaboración. Creen que el niño está siendo peor tratado que el que pudo ir a la plaza?
Con esto quiero decir, que muchas veces la idea de «No tengo tiempo para estar con mis hijos» parte de un concepto erróneo: que para estar con ellos, sólo se puede jugar o atender sus demandas de entretenimiento. Los niños quieren ser parte de nuestras vidas, están ávidos por aprender y ayudar. Vivimos en manada, y si se lo permitimos, pueden realmente hacer muchas cosas.
Por supuesto que también es importante que nos sentemos a jugar con ellos. Pero no los dejemos fuera del resto de nuestras vidas; la separación «cosas de niños» vs. «cosas de adultos» muchas veces no hace más que entorpecer nuestro convivir diario. Somos familia, y en la participación de todos es que crecemos como grupo y como individuos.
Te gustó esta segunda parte? Te parece que el tema tiene otros matices? Dejame un comentario y la seguimos. Y no te olvides de suscribirte al boletín para seguir recibiendo las novedades del blog!
Gracias Mariel por estos articulos tan lindos!!
Yo disfruto todas las mañanas con mi niño y el desayuno es una aventura compartida. Ahora se trae una silla junto a la mesada, se sube y hasta trata de ayudarme a hacer jugo de naranja 😀
Gracias a vos Raquel por pasar y comentar! Qué preciosa imagen la del desayuno!
Hola! me parece muy real lo que decís y lo comparto pero el tema para mi es que también hay veces que realmente queremos hacer algo que no es con nuestros hijos y ellos a veces se re aburren de lo que nosotros hacemos, eso es lo que me parece a mi y lo que siento con mi hijo. A algunos lugares realmente no quiero llevarlo, me gusta ir sola, siento que me enriquezco también de eso otro que no es parte de estar con él y luego vuelvo a estar con él con ganas renovadas, así siento que a el le pasa lo mismo. Está bueno estar juntos y realmente ESTAR de verdad, pero me parece que eso no quiere decir hacer absolutamente todo con mi hijo porque si no lo estoy dejando de lado. son matices que siento hacen a la cosa más equilibrada, pero está bueno que cada una haga lo que sienta mejor sin autoexigirse demás buscando espacios equilibrados para todo (soledad, trabajo, pareja, amigos, hijos etc) beso
Hola Anap! Gracias por pasar y comentar!
Estamos de acuerdo! Si necesitamos espacios para nosotras, está bueno poder dárnoslos, siempre que eso no implique descuidar alguna necesidad de nuestros hijos. Lo que importa es estar en contacto con nuestras necesidades reales y las de nuestros hijos. Sin olvidar que éstas no son siempre las mismas; tanto nuestros niños como nosotras, vamos cambiando y evolucionando con el tiempo. Es muy distinta la necesidad de «tiempo compartido» que tenemos cuando nuestro bebé es un recién nacido, cuando ya camina o cuando ingresa a la escuela, por ejemplo. Y está bueno poder reconocer esas etapas y dar(nos) la oportunidad de disfrutarlas.