Los nuevos castigos en el aula

Hace varias semanas que no escribo y esta semana en particular debería estar escribiendo sobre porteo, ya que estamos en plena celebración de la Semana Internacional de la Crianza en Brazos.

Pero lo cierto es que como estamos en proceso de búsqueda de jardín para Thiago, el mundo educativo ha invadido mi vida jeje.

Es así que me he enterado de esta noticia. Y no puedo evitar sentarme a escribir sobre el tema.

Los nuevos castigos en el aula

La redacción en sí de la noticia, no tiene desperdicio. Una tras otra, frases comunes que no disfrazan la intención de seguir naturalizando un modelo educativo en particular.

Cuál es ese modelo? El tradicional, que todos lamentablemente conocemos.

El que establece que los niños deben ir a la escuela para ser amaestrados.

El que marca que los adultos son dueños del saber y de la autoridad, y los niños deben aprender y obedecer.

El que indica que cada vez que surja un conflicto -porque los conflictos surgen, la vida pulsa aunque se quiera evitar-, la culpa será del niño y deberá modificar su conducta.

«La escuela que en vez de mandarte a dirección te manda a meditar»

castigosEl problema es que es una escuela que te sigue mandando qué hacer. Y que además, no deja de castigar: simplemente sustituye un castigo por otro.

Ahora me dirán que meditar no es un castigo.

Y yo les respondo, que no veo mayores diferencias entre una sala de meditación, por más almohadoncitos púrpuras que tenga, y la silla de pensar o el rincón al lado del pizarrón.

Miento: sí que hay diferencias. Diferencias peligrosas: porque son diferencias que hacen que el castigo parezca más aceptable.

Por supuesto que meditar no es un castigo. Cuando nadie te obliga a hacerlo. Y cuando no tenés que hacerlo porque te portaste mal.

No voy a entrar en la disquisición de qué es portarse mal, porque ya saben, imagino, mi postura.

Los niños NO SE PORTAN MAL. Expresan intentos de autorregulación en un momento en el que no están regulados.

Por supuesto que es probable que esos intentos sean fallidos. Lamentablemente en nuestra sociedad casi no se conocen niños ni adultos libres. Así que no tenemos idea de lo que es la autorregulación.

Pero la energía está ahí, pulsando. Es inevitable. Así que seguramente cuando hay un «mal comportamiento»…. si abrimos la percepción, veamos atrás la rabia, el enojo, la angustia o el miedo intentando ser descargados.

Qué pasaría si, en vez de mandarlos al salón a meditar, el maestro se agachara junto al niño «problema» e intentara ver lo que sucede? Si lo ayudara a transitar por su emoción sin lastimar a nadie y respetando sus tiempos?

Qué pasaría si cada vez que surge un problema en el aula, los adultos se preguntaran qué está pasando con todo el sistema (maestros, familia, etc.) en vez de depositar la responsabilidad en el niño?

No puedo evitar asociar en este punto, con el famoso «frasco de la calma» y otras tantas «técnicas de educación emocional» que no son más que formas edulcoradas de la vieja y querida represión.

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(Imagen de Mami a Color)

 

A modo de conclusión

No quiero ser del todo negativa o pesimista. No digo que los intentos por mejorar sean inservibles.

Lo que sí digo es que es necesario tener mucha, pero muchas ganas de mirarse para adentro, muy hondo, antes de plantear uno de estos cambios. Porque es más que probable que nuestras propias corazas nos hagan tropezar. Y creamos estar cambiando algo cuando solamente estamos perpetuando el modelo.

A modo de diferencia esperanzadora, les dejo esta otra noticia. En donde se muestra el uso de herramientas similares, si, pero con un objetivo de PREVENCIÓN del conflicto. No de castigo.

Faltaría en la experiencia uruguaya ver, qué pasa si un día hay niños que no quieran practicar. Y qué pasa si surgen igual comportamientos tildados de «malos». Pero igual creo que la postura es otra, y me alegro.

Qué piensan? Me encantará recibir sus comentarios!!

 

 

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