Antes de ser mamá, había muchas cosas que no tenía muy claras.
Pero lo que sí tenía decidido, es que nunca le iba a prohibir a mi hijo ver toda la tele que quisiera.
Una decisión bastante infantil, nacida de haber sufrido ese tipo de prohibiciones bastantes veces.
Como era obvio, con Thiago he aprendido una nueva lección. O varias 😉
La primera lección, es que su vida no tiene nada que ver con la mía.
Que yo tenga aún heridas por sanar, o reivindicaciones por hacer, no debe -o no debería- relacionarse con tomar las mejores decisiones posibles con respecto a la crianza de mi hijo.
Creo que muchas veces nos pasa, que por intentar no repetir los errores que sufrimos como hijos, rigidizamos nuestro accionar y perdemos el contacto con nuestro hijo y sus necesidades.
En el ejemplo que les conté, lo que sucedió es que claro, luego de una sobredosis de televisión, Thiago se sintió mal. Y yo también, por no haber podido preverla.
Cómo manejar los límites en la crianza respetuosa
La segunda lección, es que limitar y prohibir son cosas muy distintas.
La prohibición, implica que el niño se haga cargo de no hacer algo -lo prohibido- sin entender por qué. Y sin saber cómo hacerlo; a los 23 meses, es imposible que comprenda el concepto de «no poder» hacer algo.
Implica también, que maneje como pueda la movilización emocional (y por lo tanto energética) que tal prohibición le provoque.
Básicamente, es dejarlo solo con la situación, esperando que asuma actitudes para las que no está preparado.
Señalar un límite, en cambio, es algo muy distinto.
Hacerlo es actuar desde mi rol parental, adulto. Sabiendo que tomo una decisión desde el mayor contacto posible. Es decir, tratando de darme cuenta si ese límite tiene que ver realmente con la situación que atraviesa mi hijo.
Es explicar por qué hemos tomado esa decisión. Es poner en palabras que entendemos que esa decisión no le gusta.
Y sobre todo, es acompañar en el proceso emocional y energético que venga a raíz de esa decisión. Si hay un berrinche, lo sostenemos. Lo acompañamos.
Incluso, compartimos el sentirnos tristes por tener que acomodarnos a ese límite. Pero no desde la culpa («si vos te enojás yo me pongo triste»), sino desde nuestro absoluto contacto con su frustración. Lo que debe quedar más que claro es que estamos de su lado, y del de su deseo.
Y el resultado…?
Supongo que querrán saber cómo terminó la historia con la televisión.
El resultado es que miramos tele un rato cada día, juntos. Comentamos lo que vemos y lo disfrutamos.
Varias veces tuve que negarle su pedido de dibujitos, durante un par de días. Cada una de esas veces, lo acompañé en su frustración, lo consolé, me senté a jugar con él o salimos a caminar, o lo que él tuviera ganas de hacer.
Y ahí, vino la tercera lección:
Que Thiago se «colgara» frente a la pantalla, era algo que también me resultaba «útil» a mí. Porque durante ese rato, no tenía que atenderlo, y podía hacer otras cosas.
Así que me hizo pensar, que muchas veces, somos nosotros mismos, quienes buscamos la salida fácil, para desconectarnos un poco de esa demanda de atención que nos agota.
Si los adultos estamos charlando y no soltamos el celular… o cenamos sin despegar los ojos de la tele… es esperable que los niños intenten compensar esa falta de atención, desconectándose ellos también.
La próxima vez que estén con sus hijos, los invito a mirarlos a los ojos, sentarse en el piso, y hacer realmente lo que ellos quieran. Seguramente se sorprenderán 🙂
Me encanta lo de acompañar emocionalmente.
Tiene mucho que ver con lo que estoy viviendo día con mis hijos. En realidad con toda la familia. Para mi lo peor para la relación familiar es no acompañar emocionalmente. Enviar el mensaje de «no me importa lo que sientas» es dejar a algien absolutamente solo. Creo que en las relaciones familiares lo más básico es este tipo de acompañamiento.
Gracias Paloma por pasar y comentar! Muy cierto lo que decís! Abrazo
Que bonito Mariel, me encantó. Mi bebé se pone inquieta a veces y pensaba que ya estaba entrando en la etapa de las rabietas, pero la realidad es que lo único que quiere es que esté en el piso mirando como juega. Es mágico!
Gracias por tus palabras!
Gracias a vos por pasar y comentar, Isis!
Es verdad, cuando logramos estar en sintonía con lo que nuestros niños necesitan, todo fluye mágicamente.
Hermosa etapa la de tu bebé!
Me ha gustado mucho el artículo. En la foto creo que «embanderarse» está mal escrito, debería ir con M
Gracias María! Por el comentario y la corrección 😉