No es secreto para nadie que llevo varios meses «en crisis». El blog se ha visto especialmente afectado 😉
Nunca me gustó mucho esa expresión, «estar en crisis». No lo estamos siempre? Pero no encuentro una mejor.
La vida nos lleva a encontrarnos frente a estos precipicios de vez en cuando. A veces seguimos de largo como si nada, otras veces apenas asomamos la nariz. Y algunas veces, no hay mas remedio que tirarse de un salto.
Hasta ahí todo bárbaro. Somos adultos, nos manejamos como podemos, la vamos llevando. Con suerte, tendremos un compañero o compañera que nos ayudará a capear el temporal.
Pero el tema que me ocupa hoy, es cómo seguir equilibrando una crianza, llamémosle respetuosa, mientras estamos bajo el estrés de este momento crítico.
Hoy les voy a contar lo que llevo pensando al respecto.
La crianza respetuosa y los límites
No, no me equivoqué de título, sigo hablando del mismo tema.
Con lo primero que te das de frente al entrar en crisis, es con tus propios límites.
Aquellos que evitabas. Te refugiabas en tu autoimagen de «mamá-que-todo-lo-puede«, apretabas los dientes y seguías adelante.
Disculpen el uso de «mamá» en la imagen, estoy hablando desde mi experiencia. Pero estoy segura que los papás también viven algunas cosas similares.
Imagínense, además, qué grande era esa imagen para mí, mamá, y además psicóloga con un blog de crianza.
Cómo voy a tener problemas con la crianza yo?
Cómo puede ser que no sepa qué hacer con esta situación que se me presenta?
Cómo puede ser que le haya gritado -otra vez- a mi hijo?
Así que lo primero que quiero dejarte hoy, como tip, consejo, o como quieras llamarlo:
Dejá de pelear contra tus propios límites.
No conseguirás más que desgastarte, frustrarte, y enojarte contigo misma.
Reconocé aquellas situaciones en las que no podés, o más importante aún, que no querés seguir pudiendo.
Pedí ayuda: una amiga para charlar, un grupo de crianza, una terapia.
La crisis es un momento de inflexión. De quiebre de aquello que tal vez por un tiempo sirvió, pero ya no. Y cambiar da miedo, claro. Y nos angustia, y nos estresa.
Pero también es una oportunidad de desechar todo aquello que nos hace daño, y que conservábamos por ese mismo miedo al cambio.
Y mientras tanto, los hijos…
Nos acompañan. Nos miran, sin entender mucho (o tal vez entendiendo más que nosotras) sobre lo que está pasando.
Nos aman con todo su ser. Somos su hogar, su espacio de seguridad.
Dependen de nosotras de tal manera que a veces nos ahoga, pero es importante tener claro algo: no es tu hijo el que te ahoga. Es la altísima demanda a la que te ves expuesta: responder mientras lo único que querés es ir para adentro, respirar, observar…
Así que:
Date tiempo.
De contactar contigo misma. De sentir de verdad. Poné una mano sobre tu pecho y respirá. Qué necesitás? Llevás tanto tiempo ocupándote de las necesidades de «otro», que estás probablemente desdibujada. Sólo ocupando un rol: «la madre respetuosa».
Un rol que, como ya mencioné, puede habernos ayudado mucho como brújula para maternar, pero que también es una cobija engañosa, en donde nos refugiamos para no contactar con nuestras propias cicatrices.
Mapeá tu red
Quién o quiénes pueden darte una mano? Qué espacios, o actividades, o tiempos fuera de la rutina podrían darte un poco de oxígeno?
Si no lo hiciste antes, ahora es más que necesario.
Y lo más importante:
Perdonate
Es obvio que estamos en esto porque intentamos darle lo mejor a nuestros hijos. Pero si el costo es tu propia salud emocional no tiene sentido. Qué es lo que les estamos transmitiendo?
Abrazá a tu hijo, decile que lo sentís, que te equivocaste, que lo amás. Y volvé a empezar.
Allá voy…
Siempre tan acertada y en el momento justo…
😉
Estamos en sintonía comadre!
Hay Mariel, gracias! estoy en medio de una crisis conmigo misma…. y criando a dos pequeños que amo!! gracias…
Bienvenida al club entonces! 😉
Acompañémonos…
Hermoso y valiente manifiesto. Gracias por compartirlo .
Gracias a vos por pasar y comentar, Livia!