Hoy voy a reflexionar un poco, así, sin mucho objetivo 😉
La Maternidad, así con mayúsculas, es algo de lo que todos hablamos, pero no es lo mismo para todos.
Una lectora me propuso hablar de este tema:
El crecimiento personal a través de la maternidad
El sábado pasado fui a las jornadas con Melina Bronfman (si te lo perdiste, podés ver de qué se trataba acá). Ella arrancó cada uno de los talleres pidiendo que nos presentáramos y contáramos por qué estábamos ahí.
Creo que el 90% de las asistentes hicieron mención a cómo la maternidad las había cambiado, y habían emprendido un camino de búsqueda a partir de eso.
Cómo nos cambia la maternidad?
Creo que en primer lugar, la referencia a un «cambio» es en realidad, la discordancia entre lo que vivimos por ser mamás, y las ideas previas que tuviéramos al respecto.
Esas diferencias, más o menos patentes para cada una, según nuestra propia historia, nos sumergen de lleno en una y miles de preguntas. Si tenemos un ambiente que nos contenga adecuadamente, y la disposición necesaria para adentrarnos… podemos encontrar respuestas sorprendentes.
Y muchos de esos cuestionamientos, nos llevarán seguramente a cambiar cosas en nosotras mismas.
«Puedo haberme perdido a mí misma en la Maternidad, pero encontré a alguien aún mejor»
Reconozco que antes de ser mamá, por ejemplo, pensaba que las mujeres debían «mantener» su presencia en el mundo, y critiqué incluso a algunas amigas por «volverse bichos» luego de tener un bebé (perdón, perdón, PERDÓN!!).
Ser mamá es «darse»
Creo que una de las cosas que más nos puede costar -otra vez, dependiendo de nuestra propia historia- es aceptar la absoluta necesidad de nuestra cría. Necesidad de nosotras.
Dejar de ser «yo» para convertirse en alguien que da sin reservas, puede ser muy difícil, angustiante, aterrorizante incluso.
Socialmente además, hay mucha «cultura del sacrificio», que sólo hace daño. Imágenes como esta pululan todo el tiempo en las redes sociales. Y como dice mi amiga Silvia de Diego, «Yo agarraría a mis polluelos y los abrazaría. Y dormiríamos así juntitos todos felices bajo mis plumas (sin arrancar ) La maternidad hay que vivirla y gozarla. Y NO sufrirla!!»
Se trata de instaurar un vínculo único, en donde mamá da y bebé recibe. Pero esa mamá no podrá dar, si a su vez no recibe todo lo que necesite.
Y además, le costará mucho hacerlo, si en su momento no recibió.
Convertirse en madre debe ser una de las vías más rápidas a contactar con nuestra propia historia y nuestras heridas.
Y al tomar contacto con ese dolor, será necesario tomar también contacto con la responsabilidad que ahora tenemos como adultas. Porque ya no somos esa niña herida. Somos ahora doblemente responsables: de hacernos cargo de nuestra propia nutrición, y de nutrir a nuestros hijos.
Y en ese camino, a los tropezones, con caídas y retrocesos seguramente… encontraremos a una mujer maravillosa, con capacidad infinita de amar y amarse, que a través de su maternidad ha podido reconciliarse con su historia, sanar sus heridas (no borrarlas, sino sanarlas)… y pararse sobre sus propios pies.
No es poca cosa, no?