Continúo hoy con una serie iniciada el lunes pasado, de artículos que enfocan la crianza desde otro punto de vista: mostrando el daño que la crianza «tradicional», por así decirle, puede hacer en nuestros niños, y en la formación de su carácter como futuros adultos.
Hoy me dedicaré a mostrar cómo las intervenciones normalizadas socialmente, ya desde el embarazo, atentan contra la autorregulación natural del organismo del bebé -y su madre-, y van conformando una «normalidad» que está lejos de ser sana.
Los ritmos naturales de desarrollo, la pulsación de la vida, poco tienen que ver con las «reglas» que nos autoimponemos en nuestra sociedad.
El «adiestramiento» del embarazo
La pérdida de contacto con nuestra autorregulación inicia muy tempranamente.
Ya desde la noticia del embarazo, las mujeres solemos «ponernos en manos» del médico o equipo de salud correspondiente. Controles, ecografías, análisis clínicos… muchos de ellos innecesarios o excesivamente invasivos. Nos dan información sobre algo que pasa en nuestro cuerpo, como si no fuésemos nosotras las protagonistas. Pocas veces, los controles son acompañados de información verdaderamente empoderante, o compañía para conversar de lo que la mujer desee.

Debemos cumplir estándares muy ajustados, aumento de peso y tamaño del vientre, si no se cumple seguro nos ganamos un lugar dentro de las «embarazadas de riesgo», asegurándonos así, a través del miedo, que aceptaremos sumisamente todo lo que el médico diga.
En el parto…
Ni que hablar que la medicalización del parto es el súmmum, la victoria total del sistema sobre la vida.
No estoy diciendo que no deba haber asistencia en un parto. La buena asistencia salva vidas.
Pero asistencia no es igual a intervención. E intervención no significa violencia, desconocimiento de la mujer y su voluntad, ignorancia total de la necesidad de ese bebé de nacer naturalmente.
Si no respiramos como se debe, tenemos contracciones cada tantos minutos y dilatamos en menos de «X» horas, seguramente iremos a cesárea, desoyendo el baile íntimo, cadencioso, de absoluta maravilla, que cada bebé y su madre tienen el potencial de hacer.
Durante la lactancia
Luego de nacido, se interviene en la alimentación: si ese bebé tiene la suerte de ser alimentado a pecho, debe ser cada 3 horas, 15 minutos por lado. Si eso no ocurre, enseguida se complementa con fórmula, en vez de confiar en la capacidad de esa mamá de producir exactamente lo que su bebé necesita, y en la autorregulación de ese bebé, que comerá cuando y cuanto requiera.
A la hora de dormir
Ni qué hablar del adiestramiento del sueño: el bebé debe dormir solo en su cuna, en lo posible en otra habitación, y no despertarse en toda la noche. Nadie se preocupa por la necesidad de sentirse acompañado, sentir calor, seguridad… Nadie conoce, ni se preocupa por conocer, los ritmos naturales de sueño y su evolución.
La marcha, el habla, los pañales…
Todos los logros evolutivos deben ser alcanzados en un momento determinado, sin mirar la individualidad, las circunstancias irrepetibles de cada ser humano y su desarrollo.
Podría continuar esta lista hasta el cansancio…
Cuáles son las consecuencias de este adiestramiento?
La consecuencia es un bebé «buenísimo», que «se porta muy bien», y es «muy tranquilo».
La consecuencia es un organismo al que se le ha inhibido su agresividad, entendida ésta como potencia para la búsqueda de placer. Se le ha quitado su vitalidad.
Su ritmo vital se ha distorsionado, ya que aprendió bien tempranamente que demandar lo que necesita no sirve de nada; no será escuchado. Así que se resigna y acepta lo que le den.
Esa resignación, es la semilla de un futuro adulto deprimido, incapaz de pelear por lo que quiere, ignorante incluso de su propio deseo y pulsación vital. Es la semilla también de posibles enfermedades, tanto físicas como psíquicas.
Ese bebé deberá replegar su energía, contenerla dentro de una coraza que se configurará rápidamente para defenderlo, aislándolo del contacto consigo mismo para no sufrir.
Será un niño sin derecho a su propia individualidad, sumiso ante la autoridad porque es lo que debe ser, guardando dentro de si toda esa agresividad convertida en negatividad, sadismo, miedo a amar y tristeza por no ser amado como lo esperaba.
Cómo abrir(nos) al contacto vital?
Desde nuestra propia coraza, es difícil ver los ritmos naturales como algo natural, valga la redundancia. Los bebés y niños son nuestro espejo y nuestra guía. Si permanecemos atentos a sus necesidades, si contactamos con nuestras viejas heridas, probablemente reabiertas a raíz de la ma/paternidad, tal vez podamos desandar camino, honrar la vida que aún late en nosotros.
Nos acompañamos?
* Bibliografía consultada: «Reflexiones sobre salud y humanización«, de Maite Sanchez Pinuaga. Publicado en Energía, Carácter y Sociedad. Revista semestral de la Es.Te.R. 1994 – 1995, Vol. 12 y 13, págs. 103-108
GRACIAS por este increible articulo Mariel! ya que es una muy clara manera de transmitir y explicar aquellos conceptos basicos, tanto de bioenergetica como de crianza con apego, a aquellas personas que quizas no los conocen pero que estan dispuestas a hacer algo diferente a lo que ellos tuvieron con sus propios hijos! ya mismo lo voy a compartir!!!
Muchas gracias a vos, Flor, por pasar, comentar y compartir! Somos muchos los que deseamos algo diferente, y muchas veces todo empieza por saber lo que NO deseamos para nuestros hijos.
Abrazo!
¡Vaya artículo, Mariel! para romperse las manos aplaudiendo. Ha resonado amplio y profundo como un himno de todo lo u que es nuestra sociedad en lo macro y en lo micro.
Gracias Paloma! Un placer tenerte x acá, como siempre 🙂
[…] ya he explicado, enseguida de su nacimiento se espera que duerma una determinada cantidad de horas, que coma a una […]