Como comentaba una lectora hace unos días, intentar una crianza respetuosa implica para los papás un doble trabajo. Por un lado esforzarnos por criarlos lo más ecológicamente posible, y por otro lidiar con nuestra propia sombra.
Nuestros patrones de conducta, asociados a nuestra coraza caracterial y muscular, muchas veces nos hacen decir o hacer cosas que no deseamos. Esto sucede sobre todo cuando estamos cansados, o estresados. Vamos acumulando tensión y explotamos en el momento y lugar menos adecuado.
Cómo mejorar la paciencia en la crianza de nuestros hijos?
Primero que nada, qué es la paciencia?
Es una actitud que adoptamos para poder soportar situaciones o momentos que no nos son agradables, en aras de un objetivo mayor.
En el caso de la crianza, podríamos decir que el «objetivo mayor» es el ser respetuosos con nuestros hijos.
Pero hay cosas en esta definición que me gustaría desglosar con más detenimiento.
En nuestra cultura, ser pacientes o tener paciencia es una virtud, algo que se ensalza. La imagen de la madre abnegada, la maestra sacrificada, se me vienen a la mente.
Pero no siempre está bueno sacrificarse, ya que muchas veces ese sacrificio tiene costos en nuestra propia salud o bienestar. A qué me refiero con esto? A que si tener más paciencia significa reprimir mi legítima necesidad de enojarme y descargar mi enojo, poco a poco mi coraza muscular irá aumentando en su tensión, minimizando mi vitalidad y mi capacidad de sentir.
Con respecto a esto último les recomiendo mucho este artículo.
Entonces, volviendo a la definición, quizás sería mejor que, en vez de «soportar situaciones» pudiéramos tener la capacidad de reconocer las situaciones que nos agotan o nos estresan, para a partir de eso, poder evitarlas o gestionarlas de otra manera.
Todos sabemos que desde que nos convertimos en padres, descubrimos capacidades en nosotros mismos que desconocíamos. Y por supuesto que la paciencia puede ser una de ellas.
Pero si en algún momento la paciencia se nos agota, sería genial que pudiéramos buscar por qué llegamos al punto de agotarnos.
Algunos consejos prácticos
Más allá de esta búsqueda personal, en el día a día a veces necesitamos de algunos tips. Así que aquí van los que me sirven a mí:
- Conocer mis propios límites. Luego de unos meses de ser mamá, pude reconocer algunos patrones de reacción ante situaciones «límite» para mí. Estas situaciones no son las mismas para todos, ni son siempre iguales. Una vez que las tenemos identificadas, buscamos la forma de gestionarlas mejor, evitarlas, o pedir ayuda.
[alert style=»green»]Por ejemplo, a mí me molesta tener que levantarme de la mesa cuando me senté a almorzar. Mientras Thiago era muy bebito lo hacía igual cuando hacía falta. Pero ahora que ya está más grande, intento ver si el motivo por el que me llama es urgente o no, si puedo atenderlo sin levantarme, o si puedo pedirle al papá que lo atienda.[/alert]
- Permitirnos mostrar que estamos enojados, sin ser violentos o agresivos. Esto tiene un doble beneficio: por un lado no sentir que tenemos que «aguantar» todo lo que nos pasa, acumulando presión; y por otro, enseñamos con el ejemplo a nuestros hijos, que no es malo enojarse, que es una emoción como cualquier otra, y que puede gestionarse con respeto y cuidado por el otro y por uno mismo.
- Si aún así, sentimos que «se nos agotó la paciencia», hay varias cosas que podemos hacer: salir de la situación por unos minutos, respirar profundo, ponernos en el lugar de nuestros hijos. Anticiparnos a la explosión de ser posible.
[alert style=»green»]A mí me funciona mucho, por ejemplo, visualizar qué pasaría si digo aquello que me siento impulsada a decir. La mayoría de las veces, resulta ser algo agresivo que no lleva a ningún lado.[/alert]
- Ser conciente de cómo estoy respirando y cómo me estoy parando frente a la situación. Muchas veces, ante una situación estresante, tendemos a limitar nuestra respiración, o nos tensamos para defendernos. Si logramos contactar con esto, podremos intentar detenernos unos minutos, respirar profundamente, relajarnos, estirarnos, movernos si lo sentimos necesario… Seguramente, la sensación de «estar a punto de explotar» disminuirá mucho.
Para este último punto, es buena idea «entrenarnos» todos los días en una conciencia corporal. Acostumbrarnos a estar en contacto con cómo nuestro cuerpo reacciona.
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