Es muy probable que hayas oído hablar de la «Angustia de Separación» o «Angustia del Octavo Mes«.
Mientras tu hijo va creciendo, habrá momentos de crisis, en donde se volverá más «pegote», demandando a mamá más que nunca.
Son momentos difíciles de sobrellevar, sobre todo si mamá trabaja y debe ausentarse por largas horas.
En su mayoría, estas crisis están relacionadas a momentos evolutivos, hitos de desarrollo muy importantes en cuanto a lo neurológico, psicológico y vincular.
Pero casi nadie habla de la(s) crisis de separación que podemos sufrir las mamás.
Así que hoy intentaré referirme a ello, desde una perspectiva profesional, pero también muy personal, a qué negarlo 😉
La angustia de separación, de la mamá
Cerca de los dos años, nuestros hijos están mucho más independientes, sueltos, animados… se comen el mundo.
Y las mamás lo disfrutamos, por supuesto… pero también a veces, sufrimos un poquito en silencio. Dónde está ese bebé que sólo necesitaba nuestros brazos para calmarse? En qué momento creció tanto?
Creo que es importante tener presente, que todos estos sentimientos son «normales» (odio esa palabreja…).
Como mamás -sobre todo si somos primerizas- hemos atravesado la revolución más grande de nuestro ser. Albergamos un bebé dentro nuestro, salió, nos sumergimos en la fusión emocional con él, nadamos en el puerperio, nos transformamos, lloramos, reímos… Y justo, cuando todo parecía acomodarse… nuestro retoño nos tironea nuevamente.
Si en esta etapa nos esforzamos en mantener un contacto conciente, con lo que nos pasa, lo que sentimos, lo que nuestros hijos sienten… seguramente será -una vez más- una oportunidad de ganar en crecimiento, en riqueza interior.
La fusión se termina
Qué pasa en esta etapa? Son ya conocidas las características de «los terribles dos«. Pero para la mamá, también hay cambios.
Empezamos a desear separarnos más de nuestro ya-no-tan bebé. Recuperamos intereses de nuestra vida «adulta», o creamos otros nuevos.
Muchas veces, alrededor de esta época… llega el hermanito. Entre otras cosas, esto se relaciona con que ya estamos disponibles para fusionarnos con un nuevo bebé.
Y sin embargo, como en lo humano nada es lineal, también hay momentos de angustia.
Algunas veces, podemos anhelar volver a esa fusión, o nos parece que no la disfrutamos lo suficiente, o que nuestro hijo crece más rápido de lo que podemos procesar…
Cómo afrontar estos momentos?
Conversar sobre lo que se siente
Hablar sobre lo que nos pasa con quienes nos rodean, siempre ayuda. Porque al ponerlo en palabras, lo ponemos también en perspectiva. Vemos que los sentimientos son eso, sentimientos, no fuerzas amenazantes que pueden destruir todo si los dejamos salir.
Nuestro compañero o compañera, amigos, familia cercana… pueden prestarnos su oreja, comentarnos cómo nos ven, ayudarnos a ver las cosas desde otro lugar si es que nos ayuda.
Explicarle al niño (pero sin cargarle la mochila)
El manejo del lenguaje suele ser muy bueno ya a esta altura, aunque no hablen bien entienden todo, está bueno explicarles lo que pasa, lo que sentimos, pero sin hacerlo cargo de ello.
Los niños son muy perceptivos y harán lo que sea para ver a mamá feliz, debemos cuidar(los) de que no se hagan cargo de no separarse para dejarnos contentas… Así que explicarles los puede aliviar mucho, al entender que eso que perciben no tiene que ver con ellos.
Tomar contacto con lo q tiene q ver con nuestra historia
Es muy probable que, si los sentimientos de angustia son muy fuertes, debamos revisar nuestra propia historia de separación. Como madres y como hijas.
Como madres: pudimos sumergirnos en la fusión con nuestro bebé cuando correspondía? Nos permitieron el contacto que nuestro instinto anhelaba? Cómo fue nuestro parto y las primeras horas del bebé? Sentimos que nos faltó vivir «algo» para lo que nos habíamos preparado y no llegó?
Como hijas: Fuimos sostenidas como lo necesitamos mientras crecimos? Nuestra independencia y autonomía fue respetada y contenida? Crecimos en un ambiente cordial, de respeto hacia la diferencia?
Y aún antes de eso, vivimos la fusión en el momento que correspondía? Pudimos disfrutar del contacto con nuestra madre en los primeros meses? O sufrimos una separación forzada, y tuvimos que adaptarnos?
Todas estas preguntas pueden llevarnos a un viaje interior, en el que encontremos claves para superar esta fase.
Espero haber aportado algo en ello. Dejame un comentario para contarme qué te pareció!
Hola Mariel,
Mi Bebé tiene ahora 16 meses. Vivimos en España y aquí la baja laboral por maternidad es sólo de 16 semanas.
Llevas razón, no se habla sobre este tema y no lo puedo comprender. Para mi supuso un trauma importante, hasta el punto que dos meses despues de incorporarme al trabajo decidimos solicitar una excedencia.
No se de donde viene este sentimeinto de angustia pero de esto hace ya casi un año y estoy FELIZ de poder disfrutar de mi hija, me encanta que disponga de mi las 24 horas y disfruto de cada instante… Con muchas menos posibilidades económicas que antes, no me arrepiento en absoluto de mi decisión y lamento que haya personas que no lo puedan hacer.
Un saludo
Hola Elena, muchas gracias por pasar y contar tu experiencia. Un abrazo